domingo, 20 de febrero de 2011

DÍA UNO

No creo en las normalidades. Sólo creo en su existencia como medio de justificación de las anormalidades. Los opuestos se complementan, se necesitan, se juntan, pero nunca se resuelven. Eso hace que la atracción entre ellos sea inevitable. ¿O no es así? No te asustes sino lo comprendés, es más, yo lo acabo de entender en este preciso momento...
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Hoy lo conocí. Su perfume era la mezcla perfecta entre coco y adolescencia. Lo sentía invadiendome lentamente, entraba por mis fosas nasales y me corría por todo el cuerpo hasta morirse en mi estómago. Es extraño encontrarle el sabor a los olores. ¿Verdad? Pero es una sensación placentera.
En el medio de la gente, (él) se movía lentamente, (él) llevaba puesto unos jeans y una remera mostaza ajustada al cuerpo. (él) Era delgado. (él) Era blanco. (él) Era casi transparente.
Perdón, conjugué mal: es, (él) es...
En un momento me miró. Supe que me miró. Detuvo su mirada en mi. La apartó rápidamente, como quién no quiere la cosa... Yo sonreí, llamé a mi hija y le dije que me iba a tomar fresco. Ella apenas escuchó. Esperé unos minutos para ver si él me miraba de nuevo. No lo volvió a hacer. Encendí un cigarrillo mentolado y caminé.